Un Arbol.
Te acaricio,
Y te recorro.
Me siento en tus texturas,
Y te observo.
Te sabes de antes y de mañana.
Te pueblas a ti,
Y acoges a otros.
A aquellos que te acurrucan y aprisionan.
A los que invitas y alimentas.
A los que sostienes,
Y también a aquellos que te acarician.
Tus ramas se pierden en la luz con la que dibujas,
Tus raíces ascienden desde donde te pronuncias con aquel negro arraigo.
Eres negro de entrañas,
Y quizás un poco rosa entreverado de verde corazón,
Con una corteza que se entremezcla con estos y te envuelve,
Tus raíces levantan pilares,
Que tu, suavizas con tu altura,
Y aqui estan, cada una de ellas irguiéndose,
En el centro de tus anillos que las funden y hermana.
Eres un árbol, un árbol de selva.
En la vera de una cascada.
Un árbol más grande que tu y yo.
Un árbol de corteza sencilla.
Un árbol poblado de helechos, riendas y enredaderas,
Flores, vientos y luz.
De verdes hojas suyas y de otros.
Lo conocí un día,
Escondido entre muchos otros.
Lo conocí y ahora lo perdi.
Pero cuando lo vi, lo sostuve.
Lo tuve cerca de mi,
Con sus miles de falanges acariciános.
El sigue ahi,
Ahí en el abrazo fundido con los otros.
En una selva verde.
En un habitar lacerado de eterno.
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